23 de Abril – Día del Idioma

El Día del Idioma se celebra el 23 de abril en todo el mundo, en honor a Miguel de Cervantes, uno de los escritores más importantes en lengua española, quien falleció en esta fecha en el año 1616. Además, el 23 de abril es también la fecha de fallecimiento de otros escritores de renombre, como William Shakespeare y Garcilaso de la Vega.

El objetivo del Día del Idioma es promover y celebrar el uso y la riqueza de las diferentes lenguas y dialectos en el mundo, en especial el idioma español. Es un día para destacar la importancia de la comunicación efectiva y para reconocer la importancia del lenguaje en la cultura y la identidad de las personas y las comunidades.

En muchos lugares, se organizan diferentes actividades para celebrar el Día del Idioma, como exposiciones, lecturas de poesía, conferencias y talleres sobre el lenguaje, la literatura y la gramática. También se llevan a cabo diferentes iniciativas para fomentar la lectura y el aprendizaje de idiomas.

En resumen, el Día del Idioma es una celebración importante para reconocer la importancia de las lenguas y la comunicación en la cultura y la identidad de las personas y las comunidades. Es un día para reflexionar sobre la importancia de la riqueza lingüística en todo el mundo y para promover el aprendizaje y la valoración de los diferentes idiomas y dialectos.

 

Recordamos con gran admiración a Don Quijote de la Mancha y su humilde escudero Sancho Panza.

“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Quijana. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.”

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